Ayuno (II)

En el libro de Luis González-Carvajal “Esta es nuestra fe”, el autor hace una pequeña reflexión sobre el tema que nos ocupa, que me parece interesante:
El ayuno concebido como una “expresión de desolación” al comprobar que el género humano ha querido quitar de en medio al mejor de sus hijos. En la muerte de Jesús se concentra, además, toda la historia passionis de la humanidad. Hay quienes se preguntan cómo se puede reír en nuestro mundo si en Centroamérica se asesina al pueblo, en Etiopía siguen muriendo de hambre los niños y entre nosotros hay millones de hombres sin trabajo. Mediante el ayuno expresamos nuestro dolor por tantos inocentes que son víctimas de la maldad humana.
Pero no olvidemos que el cristianismo existe precisamente gracias a que no fueron capaces de quitarnos para siempre a Cristo. Al tercer día resucitó. Al interrumpir en seguida el ayuno para celebrar gozosos la resurrección de Cristo queremos anunciar en medio de este mundo sangrante que hay motivos para conservar viva la esperanza: Los verdugos no van a triunfar definitivamente sobre sus victimas.
Una segunda motivación para ayunar es hacer posible al comunicación de los bienes. Los Santos Padres eran constantes al afirmar que el ayuno debía ir unido a la limosna.
San Juan Crisóstomo decía que:
 “Ningún acto de virtud puede ser grande si de él no se sigue también provecho para los otros(…..) Así, pues, por más que te pases del día en ayunas, por más que duermas sobre el duro suelo, y comas cenizas, y suspires continuamente, si no haces bien a otros, no haces nada grande”.
Decían los Santos Padres que si nos quedamos con el fruto de nuestras economías no engrosaremos las filas de los virtuosos, sino la de los tacaños:
“Quién no ayuna para el pobre engaña a Dios. El que ayuna y no distribuye su alimento, sino que lo guarda, demuestra que ayuna por codicia, no por Cristo. Así, pues, hermanos, cuando ayunemos coloquemos nuestro sustento en manos del pobre”
Y termina la reflexión con estas palabras: ¿Y no daría lo mismo entregar la limosna sin ayunar? La respuesta es, sin duda, negativa. Ayunar para poder auxiliar a otro nos recuerda una verdad olvidada que expresaré con palabras de Juan Pablo II: “Estamos llamados a aliviar la miseria de los que sufren cerca o lejos no sólo con lo superfluo, sino con lo necesario.”
Continuará…

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