Este no es de mis libros favoritos y aún así hoy lo he empezado a leer por cuarta vez. La primera fue de jovencita (me gustó bastante), luego se lo leí a mis hijos mayores dos veces seguidas (fue mortal para mi) porque a mi “segundo cachorro” le encantó y hoy he comenzado a leérselo a los pequeños pero finalmente se han apuntado todos.
Hay un fragmento al principio del libro que siempre me ha removido mucho pues sigue siendo el pan nuestro de cada día de muchos niños. Ya se que los “coles” han cambiado, los “profes” también, que todo el mundo intenta que las cosas sean diferentes, pero al que le toca la “china” le toca…
“De todas formas, le daba miedo el colegio, escenario de sus fracasos diarios; le daban miedo los profesores, que le reñían amablemente o descargaban sobre él sus iras; miedo los otros niños, que se reían de él y no perdían oportunidad de demostrarle lo torpe y lo débil que era. El colegio le había parecido siempre como una pena de prisión larguísima, que duraría hasta que creciera y que él tenía que cumplir con muda resignación”